Historias de la City de Londres (I)

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Edificio de la banca británica Coutts & Co.

“Hasta 1993, un carruaje tirado por caballos cruzaba al menos dos veces al día el barrio de Saint James en Londres y reforzaba su irreal atmósfera de pretérito perfecto. El carruaje hacia el servicio de mensajería entre el palacio de Buckingham y la Banca inglesa Coutts & Co (num. 440 de la calle Strand). Coutts & Co es la gestora de la descomunal fortuna del monarca británico desde el siglo XVIII y fue sustituido por un automóvil en 1993 tras una serie de engorrosos accidentes de tráfico.

 

Aunque Coutts ya no pertenece a la familia del mismo nombre, sino al Natwest Bank, mantiene las viejas formas. La sala de juntas está decorada con el papel pintado chino que el primer embajador de Londres en Pekín (1794) regaló al banco, y solo en la fragorosa década de los ochenta fueron abiertas 3.500 cajas de seguridad cuyo contenido no había sido reclamado durante 150 años o mas. Una de las cajas contenía una hermosa guitarra en una funda de piel verde, depositada poco antes de la batalla de Waterloo.”

Papel chino en las paredes de la sala del Consejo de Administración de la banca Coutts & Co.

Aprovechando que estoy unos días en Londres, estoy escribiendo este post desde una mesa del Covent Garden escuchando música de violín. Londres es aun la segunda plaza financiera del planeta después de Nueva York, a pesar de la fuerte pujanza asiática, especialmente de Hong Kong y Singapur, quiero compartir algunos relatos del libro “Historias de Londres” escrito por mi admirado Enric Gonzalez, antiguo corresponsal del diario El País en Inglaterra. Es una gozada leer cualquier artículo de Enric Gonzalez, sea de lo que sea. Lo descubrí por las crónicas sobre fútbol internacional (“historias del calcio”) que Enric hacía los lunes en El País, pero son excepcionales sus artículos sobre el Vaticano o sobre la Mafia por ejemplo. Como fue corresponsal en Londres y en Nueva York, escribió dos cortos relatos sobre ambas ciudades en formato libro pequeño. No son guías de la ciudad ni mucho menos sino relatos divertidísimos y amenos sobre la historia y los principales personajes de la ciudad. De “Historias de Londres” me gustaría compartir el relato de la Banca Coutts y sus relatos sobre la “City” el barrio financiero de Londres, su Wall Street. Por cierto os recuerdo que la banca Coutts, la mas antigua de Inglaterra, tenia cuentas secretas del general chileno Pinochet, según se reveló hace unos pocos años. Este post continua la serie de relatos o historias sobre mercados financieros.

“No tendría mas de 30 años , era un empleado de banca no especialmente brillante, trabajador y ordenado, sin duda, y acababa de cobrar una prima de 200.000 libras esterlinas. Vestía el uniforme reglamentario-el pin-striped suit, el traje a rayas- y lucía una invisible medalla en el pecho: el cheque era un dineral……., pero constituía también una condecoración que reconocía su valor y pericia en el combate diario contra americanos, japoneses y alemanes.

Yo asistí al copetín navideño del banco Barclays, un acto que congregaba a buena parte de la juvenil infantería de la City, y me entretenía escuchando los acentos. Abundaban las vocales espesas de Essex y en general, la dicción sincopada del sureste inglés. Apenas se escuchaba el received accent de Oxford y Cambridge, característico de la alta oficialidad. Los presentes en aquella celebración eran soldados con camisa de seda y bolsos de Vuitton, chicos y chicas que podían ganar pequeñas fortunas o quedarse en el paro por un golpe de azar o por un movimiento del dedo índice de un gran patrón. Eran las fuerzas de choque de la milla cuadrada, descendientes directos de quienes durante siglos, en nombre de sus señores y de la corona, condujeron pelotones uniformados y cargamentos de manufacturas  hacia las remotas fronteras del imperio británico.

Desaparecido el imperio, algo queda todavía. Como tras una amputación, la City, cerebro de un sistema nervioso que envolvió el planeta con sus terminales, siente aún sus miembros desgajados, percibe en su interior la facultad de mover las piernas y brazos que ya no están. La City londinense es hoy la abstracción del imperio extinguido, el territorio en que la democracia conduce ejércitos a la victoria o al exterminio, la guerra diaria  en que los jóvenes pueden abrirse camino gracias a una heroica acción en el campo de batalla enemigo.-el mercado de bonos japoneses sustituye a la ciudadela de Jartum-, la metrópoli virtual donde se cierran miles de millones de transacciones y donde una ingente clase administrativa puede aún enriquecerse, o cuando menos medrar.

“No hay un lugar que me guste tanto frecuentar como el Royal Exchange (la Bolsa). Me proporciona una secreta satisfacción, y hasta cierto punto gratifica mi vanidad de inglés, ver una asamblea tan rica de gente del país y de extranjeros en común consulta sobre el negocio privado de la humanidad, y haciendo de esta metrópoli una suerte de emporium para todo el planeta”. El párrafo es de Joseph Addison y fue publicado en The Spectator en mayo de 1711.

Acaso por un abuso de champán, aquella noche, en el Barclays, creí ver una fantasmagórica tropa uniformada que defendía, vaso en mano, la última trinchera del imperio.

Ese año 1992, no había sido como otros años. A juzgar por los acontecimientos, la City debía estar reclamando ayuda internacional: en mayo había suspendido pagos la canadienses Olimpia & York, promotora del gigantesco complejo urbanístico de Canary Wharf; en junio estalló la crisis de Lloyd,s la mayor aseguradora del mundo, en septiembre se hundió la Libra y el Banco de Inglaterra quedó humillada y casi sin reservas. Mientras tanto la monarquía atravesaba su peor crisis desde la abdicación de Eduardo VIII en 1936 y el IRA colapsaba las comunicaciones con bombas en las vías de tren y el metro. La City era una ciudadela amurallada, la policía registraba uno a uno todos los automóviles en busca de explosivos norirlandeses y en los rincones se amontonaban aún los cascotes del último atentado.

El reino Unido boqueaba en plena recesión, miles de familias perdían su casa porque no podían pagar la hipoteca y una legión de mendigos tiritaba por la calle.

Sin embargo ahí estábamos, vaciando cajas de champán. Y ese treintañero, al que yo llamaba de vez en cuando para que me dictara varias obviedades con la que trufar una crónica sobre la actualidad financiera, tenía en el bolsillo su condecoración, un cheque por valor de 200.000 libras.”

Continuará……

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3 Responses

  1. Jose

    Leyendo el relato me viene a la mente el libro de Los señores de las Finanzas, extensamente documentado… El misterioso Montagu Norman y la City londinense…

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